Hay una constante que me llama la atención en el discurso de los gobernantes cuando se discute sobre cambios al sistema educacional. Cuando hay perspectivas que cuestionan el modelo imperante, sucede que pasado un tiempo el oficialismo comienza a llamar a los ciudadanos a ‘no ideologizar el conflicto’ y a mantener el diálogo en el ámbito ‘de lo estrictamente educacional’. En ese momento es cuando me pregunto qué querrán decir con ello y en qué momento llegaron a la conclusión de que separar ideología del ámbito educativo era algo natural.
El absurdo de este razonamiento se evidencia, en primer lugar, cuando intentamos pensar en algo en educación que no tenga en su base una decisión política o ideológica. Desde mi perspectiva, toda decisión en educación no es solamente técnico-pedagógica (y es un gran error pensar que es así), sino también ideológica. Veamos algunos ejemplos que ilustran este principio.
Ya en el diseño del currículum hay decisiones que tienen que ver con modelos de ser humano y de sociedad. Es cosa de ver la forma en que se suele dar prioridad a las áreas de Lenguaje y Matemática, mientras que a las disciplinas artísticas y a la filosofía se las relega a un segundo plano. Ello habla de la importancia que los que toman decisiones a nivel curricular esperan que tales áreas del desarrollo humano tengan en el futuro del país. Más complejo es el análisis si pensamos que son justamente las áreas relacionadas con el pensamiento creativo, divergente y reflexivo las que se dejan fuera, análisis que podríamos ampliar también al reciente intento por disminuir las horas de historia. Lo mismo vemos en las actuales Bases Curriculares que el MINEDUC propone, ampliamente comentadas en este blog, donde hay una opción clara por una actitud directiva hacia el docente, por el desarrollo de habilidades básicas en los estudiantes y por el retorno a perspectivas tradicionales en algunas disciplinas. ¿Alguien realmente podría decir que se trata de decisiones técnicas sin ninguna implicancia en el ámbito ideológico? Cuando se promueven solamente habilidades básicas y la repetición de lo aprendido se está pensando en un estudiante que será luego un individuo solamente capaz de obedecer y ejecutar tareas elementales, sin habilidades que le permitan cuestionar lo existente y proponer un nuevo orden de cosas.
Tomemos la evaluación como un segundo ejemplo. La preponderancia del SIMCE y la PSU como mecanismos de presión hacia el sistema, reforzados por medidas como los rankings y los semáforos, hace que muchas veces las prácticas de evaluación de los establecimientos tiendan a imitar esos modelos. Dichos modelos consisten principalmente en preguntas cerradas de selección múltiple. Estoy de acuerdo con que, bien construidas, este tipo de preguntas pueden cubrir cierto rango de habilidades. Sin embargo, incluso así hay ámbitos del aprendizaje que resulta imposible evaluar por medio de selección múltiple: desarrollo de opinión personal, escritura, indagación científica, comprensión y apropiación de los procesos históricos, solo por mencionar unos pocos. Por lo tanto, cuando se elige realizar únicamente preguntas cerradas, ya sea en la práctica de aula o a nivel nacional, se decide limitar otras áreas del aprendizaje de las personas, principalmente aquellas que tienen que ver con la opinión y el desarrollo de una voz personal acerca del mundo. Vemos, entonces, que incluso las pequeñas decisiones cotidianas aparentemente técnicas tienen siempre un correlato histórico-ideológico relevante, aun cuando no seamos completamente conscientes de ello.
Quién podría afirmar, para agregar un nuevo ejemplo más reciente, que no hay una decisión ideológica en los nuevos Programas de Apoyo Compartido que se están enviando a las escuelas para Educación Parvularia y Básica, materiales que siguen la línea de las escuelas Matte y algunas fundaciones en términos de un programa altamente directivo y centralizado, donde el docente es visto como un mero ejecutor de un diseño hecho ‘por lo que sí saben’ y es supervisado permanentemente en su ejecución. Hay un doble ejercicio ideológico en este punto: primero, el empobrecimiento de la profesión docente al restar autonomía al ejercicio de aquellos que saben lo que están haciendo, y fomentar que aquellos que no quieren hacer nada hagan menos aún; segundo, la ausencia de diálogo público en el diseño de esta política, accionar que ha sido la tónica del actual Ministerio.
Entonces, cuando se analiza este llamado a no ideologizar el conflicto, dicha crítica se vuelve claramente en contra de los que la enuncian. Si vamos a la teoría sobre la ideología y aplicamos el sentido clásico de ideología como falsa conciencia, resulta claro que los que han operado de manera más ideológica son los defensores de la educación privatizada y sujeta a los vaivenes del mercado. El mecanismo con que un sistema como este se instala hoy, tiene que ver con el discurso de ‘lo técnico’ por sobre ‘lo político’, intentando hacer creer a las personas que la eficiencia puede existir en su forma pura, desvinculada de cualquier ‘mancha’ ideológica. Nada más ideológico que querer promover principios como la libertad de enseñanza, el lucro en la educación, la privatización, la descentralización como desvinculación del Estado con respecto a su responsabilidad directa por la educación, la selección como modo de exclusión, la perpetuación de la desigualdad social, la desprofesionalización docente y luego pretender que eso no es ideología, que eso no es tratar de generar una falsa conciencia para perpetuar el estatus quo, que eso no tiene que ver con intereses de grupos determinados, y que la educación es un tema meramente técnico, ajeno a disputas de poder.
Por ello la molestia de los ciudadanos, pues tanto esta como otras administraciones han respondido con modificaciones excesivamente puntuales, en circunstancias que lo que hoy se demanda tiene que ver con una modificación global del sistema educacional, y no con medidas que solamente afecten a unos cuantos puntos del circuito. Lo que se pide, clara y explícitamente, es repensar un sistema educativo diseñado e implantado en Chile en el contexto de una dictadura, ya que evidentemente dicho sistema no se pensó desde el diálogo y la representación de todas las voces relevantes, sino solamente desde el monólogo de la autoridad de la época. Ahora que nos encontramos en una democracia, lo que se pide es proponer, diseñar y discutir un sistema que represente lo que las personas quieren y necesitan: educación pública gratuita de calidad para todos, demanda que no tiene nada de insensato o idealista según hemos visto señalar a diferentes expertos a lo largo del conflicto.
El análisis sigue estando en contra de la postura del gobierno cuando avanzamos hacia una conceptualización más contemporánea de ideología. Van Dijk (1999) cuestiona la idea de falsa conciencia y entiende la ideología como un conjunto de creencias socialmente compartidas por un grupo, cuyo objetivo es defender sus propios intereses, contexto en el cual se acepta la coexistencia de ideologías de dominación y de resistencia, que dialogarían y discutirían en su lucha por la hegemonía.
Si tomamos un sentido como este, lo que vemos es que los grupos que se están manifestando en contra del sistema educativo actual en todos sus niveles reconocen abiertamente su carácter ideológico. Claramente hay un grupo importante de personas sosteniendo una ideología de resistencia, buscando un mayor respeto por los intereses que ellos tienen en relación con la educación en el país. No han tenido mayor problema en reconocer que hay un elemento político en los cambios que se esperan en educación, aun cuando han insistido en la diferencia entre esto y el partidismo político, que muchos en el movimiento estudiantil evitan y rechazan, pues no los representa. Pero la presencia de una ideología de resistencia implica, a su vez, la existencia de una ideología de dominación, que es aquella que defienden los grupos actualmente en el poder. La diferencia es que dichos grupos insisten en negar que aquí claramente existe una ideología, que hay un grupo específico de personas defendiendo sus propios intereses. El modelo que defienden protege no solamente los intereses económicos que muchos de ellos parecen tener en relación con la educación, sino también intereses como la perpetuación de una elite ‘de excelencia’ en un sistema en que únicamente unos pocos pueden acceder a una educación de buena calidad. Sin embargo, siguen insistiendo en la estrategia de blanqueo ideológico y tratan de naturalizar aquello que defienden con el disfraz de la eficiencia técnica.
Resulta más honesto, entonces, dejar de aparentar pánico frente a la ideologización del conflicto educacional y reconocer que la ideología siempre estuvo y estará allí, desde las más pequeñas prácticas pedagógicas cotidianas hasta los grandes movimientos sociales en educación. Valdría más la pena, quizás, explicitar los principios que rigen a la educación según el modelo ideológico dominante y según el modelo de la ideología de resistencia y partir desde allí con la discusión, el diálogo y la toma de decisiones participativas. Creo que es a eso, y no solo a medidas puntuales y aisladas, a lo que apunta el movimiento del que participamos hoy.
Referencias
VAN DIJK, Teun A. (1999). Ideología: un enfoque multidisciplinario. Barcelona: Gedisa.
Žižek, Slavoj (comp.) (2004). Ideología (un mapa de la cuestión). Buenos Aires: F.C.E.
¡Me encantó este artículo!
ResponderEliminarEfectivamente No hay nada mas ideológico que un curriculum
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